Santiago 25 de abril de 2017, – Este jueves a las 19:05 horas con la disputa de la Súper Especial en Córdoba se dará inicio a la 37a versión del Rally de Argentina, una fecha que ha cobrado una alta dosis de expectativa entre los aficionados trasandinos y sudamericanos ante el renovado look y potencial de los autos oficiales del World Rally Championship 2017.
Pese a la espectacular performance de los vehículos actuales, alabada transversalmente por todos, nada ha logrado igualar la sensación de velocidad que ostentaban los míticos autos del Grupo B, cuya última presencia en tierras ché se concretó a inicios de agosto de 1986, una edición que es recordada por el triunfo de Miki Biasion y su co-piloto Tiziano Siviero en el Lancia Delta S4 sponsoreado por Martini, pero que para Chile también tiene una connotación muy especial, no solo por el brillante 8° puesto de José Antonio Celsi y Elvio Olave, sino que además por la gran actuación del modesto Subaru casi standard manejado por Sergio Vera, él que en compañía de Cristian Troncoso rompía todos los pronósticos al arribar 24° en la general tras partir el día 1 de carrera desde un distante 114° puesto que lo obligaba a “tragar” mucho polvo y correr con los primes en pésimas condiciones.
A tres décadas de esa hazaña, MundoRally se reunió con el carismático “Negro” Vera, quien con lujo de detalle nos cuenta en primera persona los principales pormenores de su única experiencia como piloto en el Mundial de Rally, una vivencia que guarda con gran emoción y nostalgia hasta nuestros días.
EL “NEGRO” VERA Y UN RECUERDO INVOLVIDABLE
Antecedentes
En ese año 1986 me encontraba liderando el Rally Nacional (Rally Belmont) en la Clase 4 con una victoria en Viña del Mar, por lo que estaba en mi mejor momento en cuanto a resultados. Hacía dupla con Cristian Troncoso, quien era mi navegante oficial y con el que tenía una gran amistad que perdura hasta ahora.
Desafío mundialista
Fuimos, como se dice, a la patada y el buche. Conseguimos algunos auspicios que nos aportaban con lo mínimo (uno de ellos era la empresa de minicomputadoras Data General que en esa época patrocinaba al equipo Tyrrell de Fórmula 1), pero buena parte del dinero lo pusimos nosotros, y en especial Cristian (Troncoso). Apechugamos y fumos con una parada de neumáticos, apoyados en parte por Subaru que llevaba unos repuestos en stock del auto de “Toño” Celsi, que tenía algunos elementos iguales a nuestro vehículo. Viajamos desde Chile con el auto de carrera andando junto a Troncoso y acompañado además por mi señora, quien actuaba como jefa de equipo y relacionadora pública, y por el “Pelao” Peña que iba en mi Datsun de calle, con el que hicimos el reconocimiento de ruta.
Hoja de ruta
Por un asunto de lucas hicimos un solo reconocimiento de ruta de las tres que se podían hacer en aquellos tiempos y luego tomamos el auto de carrera y lo llevamos andando hasta Buenos Aires. En ese marcaje de ruta que hicimos con el Datsun, Troncoso me decía que necesitábamos tomarnos el tiempo para marcar muy bien la hoja, pero pese a ese trabajo cometimos un error que nos hizo pasar un gran susto, el que ya les contaré.
Batalla de endurance
En esa época las carreras del Mundial de Rally duraban cinco días con un promedio de kilometraje por etapa de casi 1.000 kilómetros. Era casi como un Dakar. En nuestra categoría A5 participaban 72 vehículos. Con las camionetas de auxilio las asistencias se podían hacer al final de los primes. Por nuestro lado teníamos opción de realizar asistencia propia cada dos a tres primes. Partíamos de Buenos Aires y desde ahí nos trasladábamos con rumbo a Córdoba para disputar la primera especial que se corría en Berrotarán (12,94 kilómetros). Dechechi, un argentino que también corría con el mismo Subaru que ocupaba yo, me pasaba algunos elementos y al finalizar los primes me bajaba del auto y colocaba el overol para trabajar sobre la mecánica.
Arando el camino
Partimos 114° en el orden de largada, por lo que a la altura en que iniciaba los primes la gente ya iba corriendo para seguir el siguiente. Te encontrabas con una verdadera muralla de gente, ante lo cual se hacía muy peligroso el manejo. La bocina ni se sentía, y además mi auto ni metía bulla, ya que pese a que tenía escape libre, el Subaru apenas metía ruido. Era complicado, pero aun así hice un buen tiempo en el primer día y termine sesenta y tanto. Ya en la segunda etapa nos ubicamos 30° o 28°, y luego nos mantuvimos entre el 26° y el 24°, lo que nos hizo más fácil las cosas, pues en los primeros días me encontraba con puras zanjas.
El “shilenito” que dobla lindo
La gente partía mirando a los autos del Grupo B con más de 500 caballos de fuerza, los Peugeot, los Lancia y los Audi, y luego terminaban una hora más tarde siguiéndonos a nosotros que pasábamos a 1 por hora, pero así y todo les dimos show; quedaban fascinados. En uno de los días al finalizar la etapa, ya con el auto en parque cerrado, se acercó gente a decir “eh, ché, vos sos del Subaru. Qué doblas lindo, mejor que los del Grupo B”. Son grandes recuerdos.
Superando con maestría un momento angustioso
Había un prime en la zona de Calamuchita, seguramente el segundo o tercero, que era una recta con seis ciegos largos que desencadenaba en una curva tras lo cual pasabas por un vado lleno de público. Creíamos que habíamos marcado bien esta parte, pero no fue así, ya que nos desfasamos. En el día de la carrera íbamos a quinta a fondo a unos 170 km/h, el auto se elevaba y caía en cada salto con mucha gente a los costados, y de repente, cuando pensábamos que nos quedaba un ciego más, vemos que se nos viene una curva de 3 con un mar de gente. Lo único que atiné es decirle afírmate a Troncoso. El auto solo tenía freno de mano adelante, por lo que hice una cachaña para balancear el Subaru, primero moviéndolo para un lado y luego para el otro. El auto siguió avanzando y pasamos por el vado completamente de costado y justo se fue con la inercia para que empalmáramos perfecto con la curva siguiente. La gente estaba loca. Salimos adelante de ese momento en el que pensé nos matábamos, considerando la suspensión que teníamos y el desgaste que presentaban los neumáticos.
Resistencia casi perfecta
Tuvimos un solo problema mecánico con las pastillas y discos de freno que se me cristalizaron. Mi estilo de manejo era de frenar muy encima de las curvas y comencé a tener problemas en el segundo día de competencia. Cambiamos pastillas a cada rato, luego pusimos unas originales de carrera que me pasó Dechechi, pero me funcionaban solo al principio. Me vi obligado en varias ocasiones a tener que raspar con un destornillador o una lima los discos de freno para quitarles el brillo al finalizar los primes, pero al rato se volvían a cristalizar. El material se había vencido y no teníamos discos de repuesto. Afortunadamente nos repusimos a ese problema, que en definitiva sería el único que presentó el auto, al menos hasta finalizar la carrera…
Masacrando al argentino arrogante
Una de las mejores anécdotas en ese rally se dio en los primeros primes. Se pone a la cola antes de la partida un argentino que manejaba un Renault 18 de otra categoría y me pregunta: “vos sos el del Subaru, y tan chico que sos. Yo soy campeón metropolitano de rally y voy en ese R18 que tiene 220 burros. ¿Cuántos tiene el tuyo?”. 100 o 120 menos por lo menos le respondí, ante lo cual me dice “hemos sacado la cuenta con mi navegante y concluimos que te pillaremos al kilómetro 25 de la especial, por lo que me tienes que dar la pasada o sino te pego por el culo”. Le indico que si me pilla, apenas lo vea por detrás le avisaría con las luces del intermitente que me haría a un lado para que me pasara, ante lo cual me reitera la amenaza: “eh, y que sea rápido, o sino te pego”. Quedamos en eso y mientras iba en el prime preocupado de verlo por retrovisor, avanzaban y avanzaban los kilómetros sin ver nada a mis espaldas. Troncoso me retaba para que concentrara solo en lo que tenía por delante. Veníamos con un marcador de kilometraje al lado hasta que llegamos al km 25 y ni rastros que apareciera el argentino por detrás. Me olvidé de él, pasé una cuesta hasta que terminamos la especial. Luego de parar alcancé a ponerme el overol, comenzar a revisar el auto y de repente veo que llega otro auto y no era el argentino que largaba detrás mío. No pasaba nada, de hecho si hubiese venido en el tiempo debía haber llegado a 1 minuto de nosotros, pero no lo vimos hasta que pasaron 8 minutos. Le pregunto: ¿pinchaste una goma? Me responde que no, ante lo cual me dice: ¿llegaste hace mucho? Le contesto que no, que había llegado hace poco y que incluso pensaba que me había ganado, todo con el objetivo que se formara una idea errada, pero luego nos fuimos a ver los tiempos del prime y ahí se confirmó que le había sacado 8 minutos de diferencia. Luego en el prime siguiente volvimos a ganarle fácil y al final del día revisando las posiciones, mientras nosotros estábamos entre los 40 mejores, él se encontraba 90. Ahí nos olvidamos del agrandado. Eso me dio más empuje y motivación para seguir adelante. Superamos a varios autos, mientras que a nosotros no nos pasó nadie del mismo nivel. Solo me adelantó Kenneth Eriksson que corría en los autos de punta (Volkswagen Golf GTi V16) y quien se había quedado detenido antes en el prime.
Final feliz
Fue un rally duro, hicimos varios primes de noche sin ni siquiera tener focos. No estábamos acostumbrados a eso. Además nos tocó lluvia e incluso granizos en la zona de las altas cumbres, pero hicimos una muy buena actuación. Terminamos sexto en la Clase 6, 24° en la general y siendo los únicos chilenos que completamos el recorrido en mi categoría, puesto que ya al segundo día estaban fuera de carrera Alejandro Schmuak y Eduardo Aguirre en los Alfa Romeo.
Regreso con dramas
Apenas terminó la carrera por la tarde regresamos en nuestro propio auto de carrera con rumbo a Chile. En el momento que lo estaba manejando Carlos Peña él nos hace una seña a mi señora y yo que íbamos en el Datsun de calle. Al momento de pasar por Mendoza nos pone las luces, me dice que siente un ruido en el motor, una especia de taca-taca-taca, lo reviso y me doy cuenta que había fundido el motor, ante lo cual nos vimos obligado a engancharlo con el Datsun 160J y seguir así todo el recorrido. Se nos hizo muy duro, sobre todo subiendo toda la cuesta, pero logramos llegar a Santiago tras prácticamente dos días de viaje.
Orgullo mayor
Fue muy satisfactorio terminar 24° de la general en las condiciones que corrimos. Nos ganaron puros equipos grandes y cototos. Incluso nos dieron un premio especial en dinero por nuestra actuación. Fueron días muy emocionantes, ya que además los propios argentinos nos pasaban imágenes con unas pasadas nuestras súper buenas. Era una época en la que se hacía muy difícil conseguir apoyos, por lo que fue muy gratificante lo que logramos.